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(IVAN): REGOCIJANDONOS EN DIOS

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IVAN VALAREZO
Sábado, 02 de Junio, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica


(Este Libro fue Escrito por Iván Valarezo)


REGOCIJÁNDONOS EN EL SEÑOR

Nuestro Padre Celestial nos ha rescatado de las profundas
tinieblas de la tierra, como del polvo de la muerte, para que
vivamos gozosos no en el pecado y en sus maldades infinitas,
sino en la verdad, el camino y la vida gloriosa de su
palabra, de su Espíritu Santo y de su nombre bendito y
eternamente glorioso. De otra manera, nuestro Dios ni su Hijo
amado ni su Espíritu Santo, jamás se hubiesen molestado en
rescatarnos del polvo de la tierra, para formarnos en sus
manos santas: en la imagen y conforme a la semejanza de
nuestro Creador y sólo así entonces vivamos infinitamente,
para su verdad y para su justicia celestial.

En verdad, sin Dios y su Espíritu Santo fuésemos como cada
una de todas las profundas tinieblas del mundo perdido de las
profundidades de la tierra, y peor aun, más diablos que el
mismo Lucifer y sus ángeles caídos, tal vez; es más, sin duda
alguna, fuésemos terribles diablos del infierno, para
destruir todo lo bueno que Dios ha creado. Porque nosotros
hemos sido formados, no como los ángeles, arcángeles,
serafines, querubines o demás seres santos del reino
infinito, sino como el mismo Dios del cielo y de toda la
tierra. Y esto es poder de lo alto, del más allá, como del
paraíso, por ejemplo, para edificar por siempre nuestras
vidas celestiales y terrenales, a la misma vez.

Somos tan iguales a nuestro Creador en su imagen y conforme a
su semejanza, que cuando el Señor Jesucristo se manifestó en
la tierra, en realidad, éramos iguales a Él mismo; la única
diferencia entre nosotros, Dios y el hombre, es el pecado que
nos separa, pero de otra manera, somos iguales en los ojos de
Dios y sus ángeles. Ciertamente, el pecado, en el día que
entro en nuestros corazones, en nuestras vidas, entonces nos
comenzamos a perder para jamás volver a nuestras vidas
celestiales e infinita, por las cuales Dios nos había creado
en el principio, para vivirla y gozarla infinitamente en el
paraíso con Él y con su Árbol de vida eterna, su Hijo amado,
¡el Mesías!

Realmente, estábamos tan perdidos en el paraíso, como en la
tierra de nuestros días, por ejemplo, que nadie podía hacer
nada por nosotros, en toda la creación, para redimirnos de
nuestros males infinitos y así saciar nuestra hambre y sed
por la verdad y por la justicia redentora de nuestro Padre
Celestial, de su Espíritu Santo y de su Jesucristo. Estábamos
tan perdidos y ciegos en nuestras profundas tinieblas, que no
veíamos a Dios ni a su Árbol de vida eterna, nuestra única
verdadera vida infinita del paraíso, de la tierra y del nuevo
reino celestial, en los días venideros del más allá.

Pero nuestro Dios tuvo misericordia de nosotros y nos
rescato, sin embargo, con el poder de su Árbol de vida y su
Espíritu tuvo que hacerlo, para que hoy mismo, por ejemplo,
podamos ver la vida, manifestada en nosotros mismos, tal como
ha sido por siempre en la vida misma de Dios y de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo! Y esta vida celestial y de Dios
viene a nosotros día y noche, en los poderes gloriosos y
sumamente honrados de su Espíritu Santo, desde los primeros
días del génesis 1:2, por ejemplo, para subyugar a cada una
de las profundas tinieblas del más allá, para gloria y para
honra de nuestro Padre Celestial que está en los cielos.

Puesto que, nuestro Dios tiene que ser glorificado en cada
una de las profundas tinieblas del mundo bajo y de Lucifer
con sus ángeles caídos, para que entonces haya justicia para
Él y para su nombre sagrado, y sólo así pueda venir entonces
a nosotros una nueva época de vida y de salud infinita, en el
nuevo reino celestial. Además, ésta vida infinita de Dios y
de su Hijo amado no es para nadie más que para nosotros, de
Adán y de cada hombre, mujer, niño y niña de la humanidad
entera, en toda la tierra, en el paraíso y en el reino nuevo
reino de los cielos.

Además, nuestro Dios desea que la aceptemos hoy mismo o
cuanto antes mejor, para que se comience a hacerse una
realidad en nuestros corazones, en nuestros espíritus y en
nuestras almas infinitas, también, para la nueva eternidad
venidera de Dios y de su Árbol de vida, rodeado por siempre
de su humanidad infinita y de sus millares de huestes
celestiales. Porque ésta es la verdadera vida infinita, la
cual Dios pensó y deseo para cada uno de nosotros, comenzando
con Adán y Eva en el paraíso, y más no la vida por la cual
estamos viviendo hoy en día, en toda la tierra, por ejemplo,
llena de las manchas del pecado y de las enfermedades de
nuestros antepasados.

Porque para la vida infinita, por la cual nuestro Dios nos ha
creado y llamado juntamente, es para vivirla desde ahora
mismo, en la tierra, en el paraíso y en el nuevo reino
celestial, eternamente y para siempre, para no separarnos
jamás de Él por ningún pecado, por ninguna culpa ni por el
poder de ningún enemigo del más allá. Entonces mi estimado
hermano y mi estimada hermana, debes de entender en tu
corazón, que tú realmente estás viviendo una vida muy
peligrosa, por la cual Dios no te formo con su Espíritu Santo
y su Árbol de vida en sus manos sagradas, en el comienzo de
todas las cosas, en el cielo o en el paraíso.

En realidad, estás viviendo una vida rebelde a Dios, aunque
tú no te des cuenta de esta gran realidad en tu corazón y en
toda tu vida, también. Y, además, tu misma vida es tan
rebelde como Adán y Eva fueron en sus días al fruto del Árbol
de la vida, la sangre bendita del pacto eterno entre Dios y
el hombre de toda la tierra. Porque la verdad fue entonces,
en los días del paraíso, que Adán y Eva fueron rebeldes a su
Dios para no empezar desde aquel entonces su nueva vida
infinita en nuevos cielos y con nuevas tierras, de las cuales
sólo conocen la verdad y la justicia: de invocar y amar su
nombre santo, por siempre, en la nueva eternidad celestial.

Y, hoy mismo, nuestro Dios te llama, como llamo a Adán, ha
vivir la vida de su Árbol de vida eterna, su Hijo, el Mesías,
en la tierra, para que luego entonces entres ha vivir con Él
su nueva vida inmortal, por la cual te creo en el principio
con la ayuda de su Espíritu Santo en sus manos sagradas. Por
lo tanto, está en ti, como estuvo en el corazón de Adán y
Eva, por ejemplo, de aceptar o rechazar la vida eterna, de su
Árbol de vida, su gran rey Mesías, el Señor Jesucristo del
paraíso, de la tierra y de su nueva creación, como La Nueva
Jerusalén Santa e Infinita del nuevo reino celestial.

HEMOS SIDO JUSTIFICADOS POR DIOS, PARA SER FELICES POR
SIEMPRE

Honrados, pues, por el espíritu de fe, tenemos paz entonces
para con nuestro Dios, sólo por medio del Señor Jesucristo,
por medio de quien gozamos de acceso por la fe a esta gracia
divina en la cual permanecemos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la nueva gloria venidera de nuestro Dios que
vive en los cielos. Porque fue el Señor Jesucristo quien
abrió las puertas de los cielos, para no sólo nosotros
regresar a nuestras vidas normales de la vida santa y
celestial, sino que desde ya podemos entrar al lugar
santísimo de nuestro Padre Celestial, de su trono infinito
"de la misericordia y de la gracia infinita de nuestras
nuevas vidas celestiales, del cielo".

Dado que, sólo nuestro Señor Jesucristo conoce los caminos
que llevan al alma viviente del hombre, de regreso a su vida
celestial e infinita, por la cual nuestro Padre Celestial
pensó en crear desde el comienzo de todas las cosas, aun
mucho antes de la fundación del reino de los cielos y del
paraíso, también, por ejemplo. Porque la creación del hombre,
de la mujer, del niño y de la niña de todas las familias de
la humanidad entera, realmente comenzó en el corazón, en el
espíritu y en el alma de nuestro Padre Celestial mucho antes
que comenzase a crear a todos los ángeles, arcángeles,
serafines, querubines y demás seres sagrados del reino de los
cielos.

Además, el Señor Jesucristo siempre estuvo con Dios y con su
Espíritu Santo, en el principio como Árbol de la vida eterna
de todas los seres vivientes del cielo, del paraíso, de la
tierra y del nuevo reino venidero también, como La Nueva
Jerusalén Santa e Infinita del más allá, por ejemplo, en
donde nuestro Dios finalmente será feliz, infinitamente.
Nuestro Dios será infinitamente feliz, en su nueva vida
celestial, porque habrá creado al hombre, a la mujer, al niño
y a la niña de la humanidad entera, a la perfección de su
corazón y de la vida gloriosa de su Árbol de vida eterna, su
Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Es por esta razón, que el Señor Jesucristo descendió del
cielo, para entrar en nuestras vidas y darnos vida en
abundancia, de una vez por todas y para siempre, desde las
profundas tinieblas del vientre virgen de la hija de David,
de la tribu de Judá y de la Casa de Israel, para que sólo
vivamos felizmente para su vida infinita. Y todo esta gran
bendición celestial podía comenzar en nuestras vidas, si tan
sólo creemos en nuestros corazones y así confesamos su verdad
y su justicia celestial, de que su Hijo amado es el SEÑOR del
cielo y de la tierra, el único salvador posible de nuestras
vidas no tanto de la tierra, sino del paraíso, ¡el Señor
Jesucristo!

El Señor Jesucristo es el SEÑOR del cielo para los ángeles y
de la tierra para la humanidad entera, porque sólo él es el
Árbol de la vida de cada uno de ellos, en sus millares, en
los cielos, en la tierra y por toda la nueva creación del
nuevo más allá de Dios y de sus huestes angelicales, también.
Y es precisamente esta verdad y justicia divina de su corazón
muy sagrado, lo que Dios siempre quiso oír de los labios de
los ángeles del cielo y así también de Adán y de cada uno de
sus descendientes, en el paraíso y en el resto de su
creación, como la tierra de nuestros días y La Nueva
Jerusalén Celestial.

Pero Lucifer se interpuso ante los ángeles del cielo,
destruyendo la vida de una tercera parte de ellos, y de Adán
y Eva en el paraíso, también; destruyendo así a la humanidad
entera, sólo con sus mentiras en los labios de la serpiente
antigua, para que esto jamás llegase a ser una realidad, para
nuestro Dios y para su Jesucristo. En verdad, desde el día
que Lucifer les mintió a Adán y a Eva, por medio de la
serpiente antigua, desde entonces nos ha deshonrado con su
pecado y muchos males eternos, llenos de las profundas
tinieblas del más allá, como enfermedades terribles y hasta
incompresibles, para destruir el corazón, el alma y el cuerpo
humano del hombre entero. Y Lucifer ha hecho todos estos
terribles males a la humanidad entera, con sus mentiras,
comenzando con Adán y Eva, en el paraíso, para que el
ministerio de nuestro Señor Jesucristo y su sangre milagrosa
no sea una realidad en ningún ser viviente creado por Dios,
por su palabra, por su nombre y por sus manos santas, por
ejemplo.

Entonces sólo Dios nos puede librar de cada uno de los males
de Lucifer y de sus muchas mentiras y maldades eternas, por
medio del fruto del Árbol de la vida eterna, el Señor
Jesucristo, por ejemplo. Porque sólo el Señor Jesucristo
posee "el contraveneno" de cada uno de nuestros males del
paraíso y de toda la tierra, para entonces nosotros poder
estar bien con Dios, en su verdad y en su justicia infinita
de su corazón sagrado y así finalmente regresar a nuestros
hogares celestiales de siempre, como en el paraíso o La Nueva
Jerusalén Celestial.

Y para que éste antídoto del Señor Jesucristo comience a
obrar en nuestros corazones y en nuestras vidas, entonces
tenemos que creer en Él y confesar su nombre milagroso y
sumamente honrado delante de nuestro Padre Celestial que está
en los cielos, cada vez que levantemos nuestras oraciones y
suplicas hacia él, para que nos envíe ya, su ayuda milagrosa.
Porque las tinieblas huyen de nosotros, aunque estén viviendo
en lo profundo de nuestros corazones y de los interiores de
nuestros cuerpos, cada vez que invocamos: el nombre
"milagroso y temeroso" del Señor Jesucristo.

Entonces si nosotros oramos y alabamos a nuestro Padre
Celestial, en el nombre sagrado de su Hijo amado, realmente
le estamos honrando a Él, en la tierra y en el cielo,
también, eternamente y para siempre. Y es esta gloria y honra
de nuestros corazones, la que hacen que las profundas
tinieblas del más allá, entonces salgan y se alejen de
nuestras vidas, desde hoy mismo y para siempre. Porque su
verdad y su justicia celestial e infinita han sido reveladas
en nuestros corazones, para derrotar a cada una de las
profundas tinieblas de Lucifer y de sus ángeles caídos,
también, hasta que no quede más de él, en nuestras vidas ni
en toda la creación de Dios y de su Árbol de vida infinita, ¡
el Señor Jesucristo!

Dado que, es nuestra confesión de fe, de su verdad y de su
justicia celestial, la que realmente hace que nuestro Padre
Celestial y su Hijo amado sean honrados en nuestras vidas
terrenales y así también en nuestras vidas celestiales, las
del paraíso y las del nuevo reino infinito, como su Nueva
Jerusalén Santa y Eterna del cielo, por ejemplo. Porque mayor
honra que ésta, para nuestro Dios, no existe en el cielo ni
menos en toda la tierra, de que el Señor Jesucristo sea
reconocido en nuestros corazones y en nuestras almas
vivientes, "como su Hijo amado", ¡el Santo de Israel y de la
humanidad entera, en esta vida y en la venidera, también,
eternamente y para siempre!

Entonces el que no ha hecho que el Señor Jesucristo sea el
salvador de su vida, aun permanece su corazón y su alma
infinita envuelta en las profundas tinieblas de las mentiras
de Lucifer, de las cuales mancharon y hasta destruyeron la
vida de Adán y de sus descendientes, en el paraíso y en toda
la creación infinita, también. Por lo cual, como hemos sido
justificados por la fe, del nombre del Señor Jesucristo,
viviendo en nuestros corazones, entonces hemos hecho el
corazón de nuestro Padre Celestial y así también de su
Espíritu Santo y de sus huestes celestiales muy felices.
Felices para que cada uno de ellos, en sus millares, en todos
los lugares del reino de los cielos, rebose de gozo y de
regocijo infinito, en la tierra y en el más allá, también,
como en el paraíso o como en La Nueva Jerusalén Santa e
Infinita del cielo, por ejemplo.

EL ALMA REDIMIDA POR CRISTO, SE REGOCIJA EN SU CREADOR

Ahora, cuando el alma redimida de sus pecados, por la sangre
redentora del Señor Jesucristo, ora a su Dios por haber sido
bueno para con él (o ella), entonces le dice en su espíritu:
"Mi corazón se regocija en ti, oh salvador de mi alma
infinita; mi espíritu se enaltece en mi SEÑOR, Fundador del
cielo y de la tierra. Es más, mi boca y mi alma se ensanchan,
en tu nombre milagroso e infinitamente bendito, por tus
maravillas y bondades celestiales para conmigo y los míos,
también, porque me has alegrado en tu salvación perfecta y
sumamente gloriosa, tu fruto del Árbol de la vida eterna, el
Cristo de toda la tierra y de tu nueva vida celestial".

Por lo tanto, el alma del hombre se alegra en la salvación de
su Dios y Creador de su vida, porque ha pasado de los
terribles peligros y constantes amenazadas de enfermedades y
de muertes eternas, de las profundas tinieblas de Lucifer y
de sus ángeles caídos, a la luz redentora y aun mucho más
brillante que el Sol. Y esta luz celestial y poderosa de Dios
es la de su Hijo amado, el Mesías, ¡el Árbol de la vida del
paraíso, de la tierra y de la nueva creación venidera, ni más
ni menos!, eternamente y para siempre. El Árbol de la vida y
de sus huestes de ángeles celestiales y eternamente honrados,
honrados infinitamente por el nombre sagrado de Dios, el cual
alumbra en sus corazones, en sus vidas y en sus espíritus
infinitos, en los cielos, en la tierra y en toda la nueva
creación, también, eternamente y para siempre.

En realidad, ésta luz celestial de Dios y de su Hijo amado
viene a nosotros, no sólo ha librarnos de los poderes
terribles del pecado y de su muerte infinita, lo cual es muy
importante para la existencia de nuestros espíritus y cuerpos
corporales y celestiales, también, en la tierra y en el
cielo, sino mucho más que esto. Realmente, la luz del paraíso
viene a nosotros, porque tiene que alumbrar nuestras mentes,
para nosotros entonces poder vivir y así hacernos entender a
nosotros mismos, que nuestro Dios es un Dios alegre en el
cielo y en nuestros corazones, en nuestras almas y en
nuestras vidas, día y noche y por siempre, en la vida
venidera del nuevo reino celestial.

Es más, ésta misma luz del más allá, la cual se le apareció a
Moisés primero, como llama ardiente entre la zarza al lado
del Sinaí, la cual ardía pero no hacia daño a nada en todo su
derredor, es la luz del paraíso, la del Árbol de la vida, ¡el
Mesías! Por lo tanto, quien le habla a Moisés sobre el Sinaí,
realmente fue siempre el mismo Árbol de la vida, el Cristo,
con su luz mucho más brillante que el Sol, que el hombre no
le puede ver con sus ojos de pecado, pero sí con los ojos de
la de Dios y los de los ángeles del cielo.

Y fue precisamente esta luz del Árbol de la vida, del Cordero
Escogido de Dios, en su luz celestial del paraíso y de la
vida gloriosa del reino de los cielos, la que comenzó
alumbrar las tinieblas de Moisés primero y luego de los
hebreos, para que escapasen de sus enemigos de la casa de su
cautiverio infinito, por ejemplo. Por lo tanto, sin ésta luz
del paraíso, sino hubiese descendido del cielo jamás,
entonces la salvación de los hebreos hubiese sido imposible;
es más, ellos aun estuviesen sufriendo los males de la
esclavitud en tierras de sus contrarios antiguos, o hasta
quizás hubiesen desaparecidos de sobre la faz de la tierra, y
recordados solo en la historia, por ejemplo.

Además, esta luz del SEÑOR y de su paraíso ha comenzado a
descender desde el cielo, desde los primeros días de la
antigüedad, para subyugar a cada una de las profundas
tinieblas de Lucifer y de sus ángeles caídos en todos los
lugares de la tierra, para que Israel y la humanidad entera
sean rescatados del mal de la mentira. Entonces nuestro Dios
nos ha rescatado de las profundidades del lodo cenagoso, con
sus propias manos sagradas, algo que jamás había hecho en
toda su existencia celestial, con el fin de que nosotros
vivamos para Él, en su imagen y conforme a su semejanza, por
medio de la vida gloriosa del reino celestial, el Mesías, ¡el
Señor Jesucristo!, por ejemplo.

Por lo tanto, cada uno de nosotros, comenzando con Adán y
Eva, en el paraíso, hemos sido los únicos tocados, por vez
primera, por las manos sagradas de Dios, en el día de nuestra
creación, en la tierra santa del reino infinito, para
comenzar a vivir la vida eterna, llena de felicidad de su
mismo Árbol de vida, ¡el Mesías! Porque la verdad es que
nosotros fuimos creados por Dios y con sus manos sagradas,
como su primer obra celestial, para vivir por siempre
felices, comiendo y bebiendo, de su fruto de vida eterna del
paraíso y del nuevo reino de los cielos, su Hijo amado, ¡el
Señor Jesucristo!

Por entonces, cuando Dios vio a su pueblo sufrir tanto en
manos de sus adversarios, entonces envió a su luz del
paraíso, para subyugar a las tinieblas que les rodeaban y así
comenzar poco a poco a liberar sus vidas, sólo con los
poderes sobrenaturales de su nombre sagrado, y finalmente con
la bendición infinita de la sangre del Cordero. Y ésta fue la
sangre del pacto eterno, la cual Dios ordena directamente a
Moisés derramar, para que por medio de ella, entonces la luz
del fruto del Árbol del Cordero de Dios, sea luz en los
corazones de los hebreos y en los corazones de los que crean
en él y confiesen con sus labios su único nombre redentor.

Ésta fue la sangre de la alegría del corazón no sólo de
Moisés, en el día de la liberación de las tinieblas de los
hebreos, en la casa de sus adversarios, sino que también fue
el comienzo de la alegría de todo hombre, mujer, niño y niña
del mundo entero, porque los hebreos circulaban el desierto
hacia la tierra prometida. Y esta tierra prometida para los
hebreos era realmente la tierra de Canaán, Israel, para que
en ella reciban "la leche y la miel del Mesías", las cuales
descenderían del cielo, como el maná que descendió desde el
cielo, también, para alimentar sus cuerpos y así no muriesen
de hambre y de sed en el desierto camino al Mesías.

Ciertamente, Dios mismo les entregaría, en la misma tierra de
Israel (y no fuera de ella): la leche y la miel del cielo,
las cuales no sólo alimentaría sus cuerpos corporales, como
el maná del desierto, sino que calmaría el hambre y la sed de
sus corazones, almas, espíritus y cuerpos humanos, en el
conocimiento del nombre redentor del Mesías. Y esta leche y
miel del paraíso, prometida a todo Israel, en verdad, seria
amarle a Él, como su Dios y Creador de sus vidas, por medio
de la verdad y de la justicia infinita de su Árbol de vida,
su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Porque la leche y la miel de la alegría del corazón sagrado
de Dios y así también de todo ángel del cielo, es la verdad y
la justicia infinita del conocimiento del nombre del Señor
Jesucristo, viviendo en el corazón de los hijos legítimos e
hijas legitimas de Dios, en la tierra y en el paraíso,
eternamente y para siempre. Y de estos nuevos hijos legítimos
e hijas legitimas de Dios eres tú, en el día de hoy, mi
estimado hermano, si tan sólo te alegras en tu corazón con el
Señor Jesucristo y confiesas su nombre santo y milagroso para
tu vida, delante de tu Padre Celestial, en un momento de
oración y de fe, para la eternidad venidera.

REGOCIJEN EN SU CREADOR, SIEMPRE

Por eso, les digo a ustedes mis estimados hermanos y mis
estimadas hermanas: ¡Regocíjense en el Señor siempre!, porque
esto engrandece el Espíritu de Dios en sus vidas y en las
vidas de muchos, en todos los lugares de la tierra, también.
Una y otra vez más les diré por siempre: ¡Regocíjense, en sus
corazones y en sus almas infinitas, para engrandecer la luz y
la gloria celestial de Dios y de su Jesucristo, en los
corazones de aquellos que están perdidos en sus profundas
tinieblas de la mentira y de sus pecados mortales!

Porque es la luz del paraíso, la del Árbol de la vida, la que
le da vida en abundancia a todas las almas de la tierra antes
que perezcan en sus profundas tinieblas del más allá, como en
el infierno o como en el lago de fuego, por ejemplo.
Verdaderamente, es la luz del Señor Jesucristo la que solo
puede alumbrar las tinieblas de nuestras almas, como ninguna
otra del paraíso, para que entonces sean hechos libres de los
males terribles del mentiroso, de los cuales nos llevan
envueltos en enfermedades y hasta que perdamos nuestras vidas
en sus muertes de la tierra y del fuego eterno del infierno.

Y nuestro Dios no desea éste terrible mal de las mentiras de
Lucifer, para ningún hombre, mujer, niño o niña de la
humanidad entera, por más pecadora que sea su vida, por lo
contrario; nuestro Dios desea lo mejor para nosotros, es
decir, luz en vez de las tinieblas de la mentira y de la
muerte infinita del más allá. Por lo tanto, nuestro Dios sólo
desea que cada uno de nosotros sea alumbrado en su luz del
paraíso, para que vea, coma y beba por siempre de su fruto
del Árbol de la vida, el cuerpo y la sangre viva e infinita,
de la vida eterna del reino de los cielos, el Árbol de Dios,
¡el gran rey Mesías!

Ciertamente, es esto lo que Dios desea ver en cada uno de
ustedes delante de su presencia sagrada, en todas las
naciones del mundo, conociendo siempre su verdad y su
justicia, la cual Dios mismo le comenzó a enseñar a Adán y a
Eva, en el paraíso, por ejemplo, para que viva en su verdad y
más no en mentiras. Pero ambos se rebelaron ante Él, con las
mentiras de Lucifer en sus corazones y en sus labios,
también, para que esto no fuese así jamás en el paraíso ni en
toda la creación, para que jamás el nombre sagrado y
eternamente honrado de su Hijo amado, el Señor Jesucristo,
sea conocido como el Árbol de la vida, ¡el Mesías!

Porque la verdad de Dios fue siempre, de que sólo el Señor
Jesucristo es el Árbol de la vida del paraíso y del reino de
los cielos, desde la eternidad y hasta la nueva eternidad
venidera de la nueva vida infinita, de ángeles del cielo y de
la humanidad entera, también, en el paraíso y en toda la
creación. Por cierto, esto era algo que Dios deseaba en su
corazón que Adán y sus descendientes conociesen en sus
corazones humanos, como todos los ángeles del cielo lo han
conocido desde siempre, para que entonces cada uno de ellos
siempre coma y beba de Él, en donde sea que se encuentren en
toda la inmensidad de su creación infinita.

Puesto que, sólo el Señor Jesucristo es el Árbol de la vida
de todo ángel, arcángel, querubín, serafín y demás seres
santos desde el epicentro del paraíso y también en Israel y
en todos los lugares de la tierra para cada hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera, para que entonces "coman
y beban" sólo de Él, infinitamente. Porque todo aquel que no
coma y beba de su Árbol de vida eterna, ya sea en el reino de
los cielos o en toda la tierra, entonces no tiene parte ni
suerte con su Dios y Fundador de su alma, en esta vida ni en
la venidera del nuevo reino de los cielos, en el más allá,
por ejemplo.

Porque así como en el paraíso, también en la tierra y en La
Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo, ángeles y
hombres, mujeres, niños y niñas de la humanidad entera,
tendrán que por siempre "comer y beber" del fruto del Árbol
de la vida, del Cordero Escogido de Dios, el Señor
Jesucristo, ¡el Cristo de la nueva eternidad celestial! Dado
que, sólo la sangre del pacto eterno, viviendo en el corazón
y en el alma eterna de cada ser viviente del nuevo reino de
los cielos, podrá realmente vivir, en la paz y en la
felicidad infinita de su Dios y Creador de su vida, ¡el
Todopoderoso de Israel y de la humanidad entera!

Ya que, es la sangre sagrada del Árbol Viviente del Cordero
Escogido de Dios, el Mesías, la cual realmente hace que todo
ser viviente entonces viva en su corazón y en su espíritu
regocijado por siempre, en la verdad y en la justicia divina
de Dios, de su Espíritu Santo y de sus ángeles celestiales
del nuevo reino celestial. Es por esta razón, que todo
hombre, mujer, niño y niña de la humanidad entera, entonces
tiene que orar al SEÑOR del cielo y de toda la tierra, en su
alma redimida y así en su espíritu humano hablarle, desde su
corazón honrado por la presencia del nombre del Señor
Jesucristo, y decirle: "Señor, yo me regocijo en ti,
infinitamente".

"Porque fuera de ti", oh Dios nuestro, "yo no podré jamás
conocer la felicidad de mi corazón y de mi alma infinita, en
esta vida ni en la venidera, tampoco". Por lo tanto, salvador
nuestro (y así le habla el alma del hombre a su Creador):
"Sólo a ti sea la gloria y la honra a tu nombre santo, desde
lo intimo de mi corazón y hasta el infinito, en la tierra y
en el paraíso, eternamente y para siempre. Amen".

Es por eso, que el mandato del cielo es para todo ser
viviente de sus tierras santas en lo muy alto de los cielos y
asimismo abajo en nuestra tierra, también, para la humanidad
entera: Para que todos se regocijen en su SEÑOR y en la
salvación de sus almas, en el nombre sagrado de su Hijo, ¡el
Señor Jesucristo! Y si realmente te gozas en tu Dios, en el
nombre del Señor Jesucristo, entonces mi estimado hermano y
mi estimada hermana, has hecho el corazón de tu Dios y
Creador de tu vida muy feliz, desde hoy mismo y para la
eternidad venidera.

Por tanto, si haces a tu Dios feliz, entonces los ángeles del
cielo te admiraran y hasta te amaran, porque el propósito de
sus corazones celestiales ha sido desde siempre, el mismo, es
decir, ha hacer a su Dios feliz, infinitamente, exaltando su
nombre glorioso sobre todas las cosas más sublimes de sus
vidas, en el reino de los cielos. Porque ese es el propósito
primordial de los ángeles en el cielo, de hacer feliz el
corazón de nuestro Padre Celestial, exaltando día y noche el
nombre glorioso y eternamente honrado de su Árbol de vida
eterna, su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Y más nunca ser
rebelde en contra del Árbol de la vida y de su sangre
sagrada, el gran rey Mesías del paraíso y del infinito
venidero, como Adán y Eva lo fueron en sus momentos más
terribles y cruciales para sus vidas y de los suyos ( y hasta
incluyendo al Señor Jesucristo, también, sobre el Gólgota).

Pues así también es verdad en todos los lugares de la tierra,
en el corazón de cada hombre, mujer, niño y niña de la fe,
del nombre sagrado del Señor Jesucristo, porque alegran el
alma de Dios y llenan de regocijo su corazón sagrado, cada
vez que su voluntad es exaltada más alta que las tinieblas de
toda la tierra. Porque solamente el alma del hombre de la fe
salvadora, del Señor Jesucristo, puede realmente exaltar día
y noche el nombre honrado e infinitamente glorioso de nuestro
Padre Celestial, en toda la tierra, de la misma manera (y con
mayor gloria sobrenatural), como los ángeles lo han hecho a
través de los tiempos y hasta nuestros días, por ejemplo.

Entonces es bueno que toda alma pecadora honre en su corazón
y exalte con sus labios, en oración, ruegos, suplicas y
peticiones a su Dios celestial y de toda la tierra, en el
nombre sagrado del Señor Jesucristo, para que su corazón se
regocije cada vez que ve su nueva gloria infinita levantarse
hasta lo muy alto del cielo. Porque la verdad es que tú
mismo, mi estimado hermano, eres la nueva gloria y santidad
de nuestro Dios y de su nueva vida gloriosa del reino
celestial, si el Señor Jesucristo es primero en tu corazón,
en la tierra y así también en el paraíso, para que seas amado
por Dios, y más no rechazado como Adán, por ejemplo. En
verdad, tú mismo eres el gozo y la felicidad infinita de
nuestro Padre Celestial, en la tierra y en el paraíso, si
verdaderamente amas a su Hijo amado, como tu único Árbol de
vida y salud eterna.

DIOS NOS VISTE CON VESTIDURAS DE GOZO Y SALVACIÓN

En gran manera nos gozaremos en nuestro Padre Celestial;
nuestros corazones y nuestras almas se alegrarán
infinitamente, en la salvación celestial de nuestro Creador.
Porque Él ha vestido nuestras almas con vestiduras de
salvación y nos ha cubierto con su manto de justicia
infinita, la de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo!

Pues, como amigos muy cercanos a Él nos ha ataviado con
coronas de oro, y nos ha adornado nuestras nuevas vidas
infinitas con sus joyas de oro y piedras preciosas más
preciadas de las riquezas de las tierras eternas del más
allá. Nos ha hecho seres sumamente ricos, casi como Él mismo
en riquezas indescriptibles, en su nueva vida infinita de su
nuevo reino celestial de su Árbol de vida eterna, de su
Espíritu Santo y de sus millares de huestes angelicales, por
todas partes.

Por lo tanto, nos gozaremos por siempre en nuestro SEÑOR, más
no nos gozaremos en nuestro pecado ni el de nadie, porque él
ha sido muy bueno para con nosotros y para con los nuestros,
también, desde siempre, en todos los lugares de la tierra y
aun en el más allá, también, ha de ser del mismo modo, para
siempre. Sabiendo que en pecado nos engendro nuestras madres,
aun así ama nuestras almas, el SEÑOR, aun más allá de todas
las tinieblas de nuestros pecados, para redimirnos sólo para
Él y para su nueva vida celestial e infinita, en los poderes
sobrenaturales de la sangre del pacto eterno de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!

Y nuestro Dios se ha regocijado mucho en su corazón y en su
alma sagrada, por tan sólo ver nuestra salvación, en su
lugar, en nuestros corazones, como con el nombre del Señor
Jesucristo, alumbrando nuestros pasos eternos, como que van
hacia el infinito, ha caminar por tierras santas y con cielos
gloriosos y tomados de la mano del SEÑOR. Porque nuestro Dios
si ha visto nuestra salvación, mucho antes que llegase a
nosotros, en nuestros días; y, además, se ha gozado tanto,
como nada lo podría hacer muy feliz, en su vida gloriosa y
sumamente sagrada del reino celestial, de ángeles
maravillosos y de cosas portentosas y más altas de nuestros
pensamientos y conocimientos humanos, de toda la tierra.

Por esta razón, el espíritu de su nombre y de su palabra viva
e infinita la envía a mí día y noche, como tocando la vida de
su mejor amigo de su nueva vida infinita, para que mi alma se
mantenga gozosa y llena de sus más benditas delicias del
fruto de su Árbol Viviente, su Hijo, ¡el Señor Jesucristo!
Porque mejor comida y bebida para mi corazón y para mi alma
eterna, realmente no hay otra en el cielo ni menos en toda la
tierra.

Pues así me cuida, con la comida y la bebida de ángeles,
arcángeles, serafines, querubines y demás seres santos del
reino de los cielos, el fruto de la vida eterna del paraíso y
de La Nueva Jerusalén Santa e Infinita del cielo, por
ejemplo. Es por eso, que su espíritu no cesa de venir a mí y
a cada uno de todos nosotros, en todos los lugares de la
tierra, desde los primeros días del génesis 1:2, por ejemplo,
y hasta nuestros días, porque es necesario que comamos y
bebamos de su fruto de nuestra única vida infinita, su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!

Además, su Espíritu Santo viene a nosotros día y noche y con
grandes poderes y autoridades celestiales de parte de nuestro
Padre Celestial, para que las profundas tinieblas no nos
hagan más daño y así entonces podamos vivir felices y gozosos
de la presencia gloriosa y sumamente honrada de nuestro
salvador celestial, ¡el Señor Jesucristo! Y nuestro Padre
Celestial jamás se ha cansado de enviar a su Espíritu Santo
con sus poderes y autoridades celestiales, porque sabe muy
bien en su corazón que tenemos un enemigo terrible que nos
odia tanto (y desea nuestro mal), como siempre le ha odiado a
Él y deseado su mal, como hasta la misma muerte del Gólgota,
por ejemplo.

Ya que, si para Lucifer le fuese posible mentir (todo lo que
pudiese mentir), para destruir a Dios y su vida sagrada, como
intento destruir la misma vida gloriosa y sumamente honrada
del Mesías sobre la cima de la roca eterna, en las afueras de
Jerusalén, entonces lo haría una vez más, en contra de Dios
mismo, como por ultima vez. Pero esto es algo que no podrá
hacer jamás en su vida pecadora y malvada, como una vez se lo
hizo a Jesucristo, no porque tuviese poder alguno sobre Él,
sino porque Dios mismo lo permitió; ya que, era necesario que
su Jesucristo padeciese por nuestros pecados y derramase su
sangre sagrada sobre la tierra y hasta su muerte final.

Además, Dios hizo que el Señor Jesucristo derramase su sangre
sagrada sobre la tierra, porque era necesario que saliese de
su corazón y de sus venas, llena de las bendiciones y muchas
victorias gloriosas y sumamente sublimes de la Ley de Dios y
de Moisés en su vida, para que viniese a nosotros, siempre,
como hoy en día, por ejemplo. Es decir, para que su misma
sangre sagrada, entrase en cada uno de nosotros, en nuestros
millares, de todas las razas, pueblos, linajes, tribus y
reinos de toda la tierra, para que estando muertos por
nuestras sangres contaminadas por el pecado, pues entonces,
tengamos vida infinita, solo en la sangre bendita de su Hijo
amado, ¡el Señor Jesucristo!

Porque es ésta victoria sublime y eternamente gloriosa, la
que realmente alegra el corazón de nuestro Dios y cada una de
sus verdades y justicia divina en su corazón sagrado y en el
corazón de cada uno de sus ángeles celestiales y hombres,
mujeres, niños y niñas de la fe viviente, del nombre
milagroso de su Hijo, ¡el Señor Jesucristo! Así es (y así ha
sido) siempre en el corazón de nuestro Dios, sólo la sangre
bendita de su Hijo amado hace que toda verdad y justicia
divina de su corazón sagrado sea entonces satisfecho, para
quitar el mal del pecado en la vida de cualquier hombre,
mujer, niño o niña y así bendecir entonces su vida,
infinitamente.

Y esto es, realmente, de perdonar, bendecir y llenar de su
Espíritu Santo y con sus muchos dones sobrenaturales para aun
edificar su alma y su vida mucho más que antes, desde aquel
momento de fe y oración, que haya presentado delante de su
Dios, en el nombre sagrado de su Hijo amado, el Señor
Jesucristo, por ejemplo. Además, ésta bendición celestial es
tan grande y fenomenal, que cuando toma lugar en nuestros
corazones y en nuestras vidas, entonces en el cielo hay baile
y gozo, porque ya no somos de las tinieblas del pecado, sino
de la luz de la verdad y sólo de la justicia infinita de
nuestro Dios y de su Jesucristo.

Entonces cada vez que un alma perdida del hombre, de la
mujer, del niño o de la niña del mundo entero, reconoce a
Jesucristo en su corazón, como el Hijo de Dios y el único
gran rey Mesías y salvador de su vida, hay baile y gran
felicidad en las cortes celestiales delante de Dios y de su
Espíritu Santo. En realidad, los ángeles, en sus millares, se
gozan profundamente al ver la misericordia y la gracia
infinita de nuestro Padre Celestial tocar nuestras vidas
majestuosamente, como jamás han sido tocadas, de tal manera
espiritual, en el paraíso y en toda la tierra, porque el
Árbol de la vida ha redimido un alma más para el nuevo reino
celestial.

Y, hoy en día, los ángeles del cielo esperan por ti, para que
recibas al Señor Jesucristo en tu corazón y así le confieses
con tus labios, como el Hijo de Dios y el único gran rey
Mesías de tu nueva vida celestial e infinita, en la tierra y
en el nuevo reino de Dios y de sus ángeles. Porque el nuevo
reino de los cielos es un reino glorioso y lleno de gozo y de
regocijo del corazón sagrado de su Árbol de vida eterna, de
su Espíritu Santo y de sus huestes angelicales, en sus
millares, por doquier, para seguir bendiciendo tu vida, como
jamás ha sido bendecida por nada en toda la nueva creación
venidera.

VIVAN SIEMPRE GOZOSOS

Pues entonces, estén siempre alegres y gozosos, delante de
Dios, porque su Hijo amado los ama con un corazón único,
santo y verdadero, para que no les falte ningún bien en sus
vidas y en sus almas infinitas, en la tierra y en el paraíso,
eternamente y para siempre. Porque nuestro Dios nos ha creado
por amor a su nombre y su vida infinita, y para que estemos
siempre delante de su presencia, gozosos de haber sido hechos
sus hijos e hijas, por la gracia y la misericordia infinita
de su fruto de vida eterna, la sangre sublime y eternamente
milagrosa de su Árbol de vida, ¡el Señor Jesucristo!

Es por eso, que el Espíritu Santo de Dios sigue descendiendo
sobre cada uno de nosotros, de los que hemos creído en su
nombre sagrado, en todos los lugares de la tierra, para no
sólo bendecirnos de parte de nuestro Padre Celestial, por
amor a su Árbol de vida, sino para entregarnos el mismo gozo
antiguo e infinito del SEÑOR. Y este es un regocijo celestial
de nuestro corazón y de nuestra alma primordialmente
celestial, que sólo nosotros podemos realmente disfrutar en
nuestras vidas, ya sea que vivamos en el paraíso con Dios o
en la tierra, de nuestros días, por ejemplo, a pesar de las
terribles inclemencias de la presencia del pecado y de sus
profundas tinieblas, por doquier.

Porque para nuestro Padre Celestial todo es felicidad y gozo
eterno en el reino celestial y en el resto de su creación,
cuando su Hijo, el Señor Jesucristo, es honrado y bendecido
día y noche en nuestros corazones, en nuestras vidas, en
todos los rincones de la tierra, para entrar luego, en el día
señalado, a la nueva vida infinita. Porque nuestro Dios ha
preparado lugares celestiales, aun mucho más alto que el
reino de los ángeles, en el más allá, para llevarnos con Él
ha vivir nuestras vidas, por las cuales nos creo en el
principio con sus propias manos, para jamás dejarnos alejar
de Él, en esta vida ni en la venidera, tampoco, eternamente y
para siempre.

Por lo tanto, hemos sido creados en las manos de Dios, a la
perfección de su corazón glorioso, para que desde ya y por
siempre en la eternidad venidera, vivamos infinitamente
felices y gozos, de tan sólo haber invocado y conocido su
nombre sagrado en lo intimo de nuestros corazones y de
nuestras almas celestiales. Y esto será medicina santa y
perfecta día y noche para nuestras vidas, para ayudarnos a
vivir felices y siempre crecientes en todos sus conocimientos
celestiales de su vida gloriosa y profundamente santa del
reino de los cielos, por ejemplo.

En verdad, en su nueva vida infinita del nuevo reino
celestial, ninguno de nosotros volverá a conocer la tristeza
del pecado, ni menos volveremos a ser tocados por el enemigo;
pues estaremos por siempre protegidos por el mismo nombre
sagrado de nuestro Padre Celestial, el cual ama mucho en su
corazón, con amor y juramento eterno, desde siempre. Y éste
nombre sagrado para nuestro Padre Celestial es el mismo
nombre de su Hijo amado, el Señor Jesucristo, el cual es un
nombre muy antiguo y, a la vez, la única salvación perfecta e
infinita (porque no hay otra), de nuestras almas eternas, en
la tierra y en el paraíso, eternamente y para siempre.

Porque tanto como Lucifer y sus profundas tinieblas del
pecado ya no existirá, en ningún lugar de la inmensa
creación, para que entonces todo sea gozo y felicidad
infinito en los corazones y en las almas, de cada uno de sus
ángeles y hombres, mujeres, niños y niñas, de la nueva
humanidad de Dios y de su Árbol de vida. Es por eso, que
nuestro Padre Celestial nos ha entregado de su Espíritu Santo
y sin medida alguna, desde el comienzo de todas las cosas en
su reino celestial, para que entré en nuestros corazones y en
nuestros espíritus y cuerpos humanos, en el paraíso y en toda
la tierra, como hoy en día, si sólo invocamos su nombre
sagrado.

En vista de que, necesitamos poder del paraíso, para poder
vivir nuestras vidas, en paz y en la felicidad celestial de
Dios y de su Hijo amado, ya sea en el cielo o en la tierra de
nuestros días, por ejemplo. Porque nuestros enemigos de
siempre, desde los días del paraíso y hasta nuestros días:
andan de un lugar a otro y sin descansar, como leones
rugientes y hambrientos, mirando a quien devorar en toda la
tierra, para saciar su hambre y su sed de sus espíritus
violentos, bestiales e infernales.

Y todo aquel que no tiene al Señor Jesucristo en su corazón,
entonces es su presa predilecta para su paladar, no
importando jamás quien sea la persona, grande o pequeña, rica
o pobre, entendida o no. Porque si Jesucristo no está
viviendo en su corazón y en su vida, entonces la puerta de su
espíritu y de su cuerpo humano está abierta a él, para entrar
con sus malicias y hacer toda clase de males y daños para
destruir su vida, de una manera u otra y hasta que no quede
nada de él o ella.

Entonces el nombre del Señor Jesucristo siempre debe estar en
el corazón del hombre, de la mujer, del niño y de la niña de
todas las familias del mundo entero, para que el enemigo de
nuestra verdad y justicia, Lucifer, no pueda entrar a
nuestras vidas, de ninguna manera ni por ninguna razón, sino
que permanezca lejos de nosotros infinitamente. A la verdad,
el pecado nos causa tristeza, cada vez que entra en nuestras
vidas, ya sea por nuestros descuidos o culpas personales,
pero no nos puede destruir del todo.

En la medida en que, la sangre bendita del Señor Jesucristo y
de su Espíritu Santo no cesa de bendecirnos y nos da gozo y
alegría a nuestras almas infinitamente, porque nuestro Padre
Celestial nos ha perdonado nuestros pecados y nos ha
bendecido con sus más ricas bendiciones de su Árbol de vida
eterna, su Hijo amado. Y nuestro Dios sólo nos bendice por
medio de su Árbol Viviente, porque es lo mejor que tiene para
nosotros en el paraíso, para que no nos falte ningún bien
jamás, en nuestros días de vida por la tierra, y así estemos
alegres y felices delante de su presencia, ya sea en la
tierra o en el cielo, para siempre.

Es por eso, que nuestro Padre Celestial nos ha dado un
mandato celestial para su nueva vida infinita. Y esto es que
estemos siempre felices y llenos de gozo en nuestros
corazones y en nuestros espíritus y cuerpos humanos para con
él, por medio de su Hijo amado, ¡el Señor Jesucristo! Porque
nuestro amor hacia nuestro Padre Celestial empezó mucho antes
de la fundación del mundo y de todas sus cosas, en el
espíritu de la sangre viva e infinita de su Árbol de vida, el
Señor Jesucristo. Por lo tanto, nuestro Señor Jesucristo
instalado en nuestros corazones es el principio, no sólo de
nuestro amor hacia nuestro Padre Celestial, sino también de
la felicidad infinita de vivir ya con Él, aunque aun vivamos
en un mundo plagado de las profundas tinieblas de las
mentiras de Lucifer y de sus ángeles caídos, en toda la
tierra, por ejemplo.

GÓCENSE Y ALÉGRENSE SUS CORAZONES INFINITOS

Nuestro Dios espera que cada uno de ustedes se goce en su
nombre sagrado, en lo más intimo de su corazón, para que
entonces su corazón bendito sea engrandecido por sus ángeles
gloriosos en el cielo, día y noche y por siempre en la nueva
eternidad celestial, de su nueva vida infinita. Porque
también es la alegría de nuestro corazón y de nuestra alma
inmortal, la que le da gloria y, a la vez, alegría al corazón
y al nombre sagrado de nuestro Padre Celestial, en los
corazones y en los labios de sus poderosos ángeles del reino
de los cielos, para que le sirvan y le adoren más que antes,
infinitamente.

Por lo tanto, es bueno honrar y alabar a nuestro Dios día y
noche, en lo intimo de nuestro corazón o en la privacidad de
nuestros hogares, sin que nadie se de cuenta de nada, o sea,
en donde el nombre bendito de su Hijo amado habita, en
perfecta santidad de nuestra alma viviente. Porque es en el
corazón, de donde "emana la vida" de todo ser viviente, en la
tierra y así también en el cielo con los ángeles, por
ejemplo, para gloria y para honra de nuestro Padre Celestial
y de su Espíritu Santo que están en los cielos.

Pues entonces, canten al SEÑOR y de todo corazón, también,
sin que nadie los pare por ninguna razón ni en ningún
momento, y van a ver como la gloria del Espíritu de Dios y de
sus muchos dones espirituales comienzan a hacer maravillas,
milagros y prodigios en sus vidas, como jamás lo soñaron ni
les paso por su corazón. Por lo tanto, sanaran de cada uno de
sus males, aun de los más terribles, también, de los cuales
la ciencia no tiene repuesta alguna para ninguna de ellas,
desde tiempos atrás y hasta nuestros días, por ejemplo, a
pesar de lo mucho que ha avanzado la ciencia y el
conocimiento de muchas cosas, en todo el mundo científico.
Por lo tanto, en el nombre del Señor Jesucristo hay poderes
sobrenaturales, llenos de maravillas, milagros y prodigios
celestiales y terrenales de parte de Dios y de su Espíritu
Santo, para cada uno de nosotros, de todas las razas,
pueblos, linajes, tribus y reino del mundo entero.

Porque, la verdad es que, ni aun el ángel de la muerte tiene
poder alguno sobre todos ustedes, si se gozan en la alegría
del Espíritu de Dios, en exaltar y en honrar por siempre, el
nombre sagrado de su Creador, ¡el Todopoderoso de Israel y de
la humanidad entera! Porque en nuestro Padre Celestial y en
su Jesucristo, están los poderes, autoridades celestiales y
terrenales, para sanar a cada una de las enfermedades de la
humanidad entera, y hasta hay poderes muy especiales, por
cierto, para levantar a los muertos de sus tumbas, para que
el nombre de Dios sea glorificado aun entre las profundas
tinieblas del mundo entero.

Por ejemplo, podemos recordar el caso de Lázaro. Éste hombre
había muerto ya, como hace cuatro días, cuando el Señor
Jesucristo se acerca a su tumba, rodeado de sus hermanas y
demás familiares del pueblo. La gente que le rodeaba, como
sus familiares, le decían al Señor Jesucristo no te acerques
más a Lázaro, nuestro hermano; porque tiene ya días que fue
enterrado en su tumba, y su cuerpo ya hiede.

Y el Señor Jesucristo les respondió, diciéndoles: "No les he
dicho, que si creen en mi, verán la gloria de Dios". Y
después de decir estas palabras, la gente no sabia que
decirle ya más. Entonces acercándose más a la tumba de
Lázaro, alzo su voz y grito, diciendo: ¡"Lázaro, ven fuera"!

Y Lázaro, en aquel mismo momento, despertó de su muerte y
salió caminando de su tumba, para gloria y para honra
infinita de nuestro Padre Celestial que está en los cielos.
Al ver las gentes, que Lázaro salía caminando de su tumba,
entonces sus corazones se llenaron de un temor profundo y muy
extraño, a la vez, en sus espíritus humanos, como que el alma
se les salía del espanto que sentían, en aquel momento, ver
un muerto caminar hacia ellos, como si jamás hubiese muerto,
por ejemplo.

Ni ninguno sabia que más pensar o decir del Señor, sólo ellos
veían la gloria de Dios manifestándose en su ser santo, como
el Hijo de David, ¡el Hijo de Dios! Porque aun sus enemigos
vieron lo que Dios había hecho con sus palabras y su oración
levantada al cielo, para que Lázaro volviese a la vida de
entre las profundas tinieblas de su tumba. Sin embargo, sus
enemigos aun así siguieron hablando mal de Él, buscando la
manera de acusarlo de algo, cualquier cosa, para destruir su
ministerio y su vida, como estaba escrito en las profecías de
los profetas, de la antigüedad de Israel, por ejemplo.

Mientras tanto, Lázaro se levanto de entre los muertos, no
sólo para dar buen testimonio de Dios y de su Jesucristo,
sino para seguir orando, alabando y regocijándose por siempre
en su Dios y Señor de su nueva vida infinita, en la tierra y
en el paraíso, también, eternamente y para siempre. Y, hoy en
día, Lázaro, como muchos más, en sus millares, de todas las
razas, naciones, pueblos, linajes, tribus y reinos de toda la
tierra, alaban, honran y exaltan el nombre del SEÑOR, en su
lenguaje y en sus nuevas vidas infinitas del paraíso, para
seguir buscando nuevas glorias y nuevas santidades perfectas,
sólo para nuestro Padre Celestial.

Es decir, que nosotros no sólo honrados, alabamos y exaltamos
a nuestro Dios, en el nombre del Señor Jesucristo, en
nuestros corazones y en nuestras vidas normales de la tierra,
sino que hemos de seguir aun más allá de la nueva vida
celestial, haciendo lo mismo para nuestro Padre Celestial
junto con sus ángeles celestiales, de su nuevo reino
infinito. Es por eso, que es bueno que todo hombre, mujer,
niño y niña de la humanidad entera, comience desde hoy mismo,
ha honrar, ha alabar y ha exaltar con gran regocijo celestial
y sobrenatural en su corazón, el nombre sagrado del salvador
de su alma viviente, nuestro Señor Jesucristo por la nueva
vida infinita de Dios y de sus ángeles.

Porque nuestro Padre Celestial habitara en medio de nosotros,
en la congregación de millares de familias, de todas las
razas, pueblos, tribus, reinos y linajes del mundo entero, en
donde su nombre es honrado y exaltado por los corazones y por
los labios de los que aman su verdad y su justicia infinita
de su salvación celestial, ¡el Señor Jesucristo! Por lo
tanto, grande es nuestro Dios e inmensas son las obras de sus
palabras, de su nombre y de su Espíritu Santo, para saciar el
hambre y la sed de justicia y de la verdad infinita de
nuestros corazones y de nuestras almas eternas, en la tierra
y en el paraíso, también, eternamente y para siempre.

Y nuestro Padre Celestial tiene que ser honrado y alabado en
el nombre sagrado de su Hijo amado, en lo íntimo de nuestros
corazones, de nuestros espíritus y cuerpos humanos, desde
ahora y por siempre en la eternidad venide

7 réponses

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f4mbz
"IVAN VALAREZO" a écrit dans le message de news:


Sábado, 02 de Junio, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica



Tiens voilà les evangélistes qui viennent sur frra !
Vont pas être déçus les minables
Avatar
Runge1
Té ! JJD la fiotte s'ecite tout seul ! Un peu dérangé le neu².
Bigre !

Le Mon, 4 Jun 2007 16:56:34 +0200, "f4mbz" a écrit
:


"IVAN VALAREZO" a écrit dans le message de news:


Sábado, 02 de Junio, año 2007 de Nuestro Salvador Jesucristo,
Guayaquil, Ecuador - Iberoamérica



Tiens voilà les evangélistes qui viennent sur frra !
Vont pas être déçus les minables



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f4mbz
"Runge1" a écrit dans le message de news:

Té ! JJD la fiotte s'ecite tout seul ! Un peu dérangé le neu².
Bigre !



Là tu as fait fort en orthographe! Tu sais que homophobie, devant les
tribunaux, c'est pas du tout,en odeur (sic) de sainteté !
Mais demander à un crâne d'oeuf de réfléchir c'est loin d'être gagné.
Avatar
Runge1
Hé ! La fiotte ! Q'attends-tu pour déposer plainte contre moi ?
Pas assez couillu le JJD !
Bigre !

Le Mon, 4 Jun 2007 18:32:36 +0200, "f4mbz" a écrit
:


"Runge1" a écrit dans le message de news:

Té ! JJD la fiotte s'ecite tout seul ! Un peu dérangé le neu².
Bigre !



Là tu as fait fort en orthographe! Tu sais que homophobie, devant les
tribunaux, c'est pas du tout,en odeur (sic) de sainteté !
Mais demander à un crâne d'oeuf de réfléchir c'est loin d'être gagné.



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Runge1
Pourquoi ? Tu marches à la voile et à la vapeur ? Lol !

Le Mon, 4 Jun 2007 18:32:36 +0200, "f4mbz" a écrit
:


"Runge1" a écrit dans le message de news:

Té ! JJD la fiotte s'ecite tout seul ! Un peu dérangé le neu².
Bigre !



Là tu as fait fort en orthographe! Tu sais que homophobie, devant les
tribunaux, c'est pas du tout,en odeur (sic) de sainteté !
Mais demander à un crâne d'oeuf de réfléchir c'est loin d'être gagné.



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f4mbz
Au bord de la mer crâne d'oeuf il vaut mieux tout connaître
lolllllllllllllllllllllllllll mon dieu qu'il est konkon
"Runge1" a écrit dans le message de news:

Pourquoi ? Tu marches à la voile et à la vapeur ? Lol !

Le Mon, 4 Jun 2007 18:32:36 +0200, "f4mbz" a écrit
:


"Runge1" a écrit dans le message de news:

Té ! JJD la fiotte s'ecite tout seul ! Un peu dérangé le neu².
Bigre !



Là tu as fait fort en orthographe! Tu sais que homophobie, devant les
tribunaux, c'est pas du tout,en odeur (sic) de sainteté !
Mais demander à un crâne d'oeuf de réfléchir c'est loin d'être gagné.






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runje01
"f4mbz" a écrit dans le message de news:
46647e4f$0$25930$

Au bord de la mer crâne d'oeuf il vaut mieux tout connaître



Qu'est ce que tu lui mets !!!
lol